Suele considerarse a las culturas de Grecia y Roma como origen del modelo alimentario clásico-mediterráneo. Griegos y Romanos adoptaron el nuevo modelo de producción y consumo alimentario introducido por la revolución neolítica. Mezclaron este modelo, basado en la agricultura y la ganadería, con la tradición alimentaria procedente de Egipto y Babilonia. Este denominado modelo clásico-mediterráneo, se contraponía al otro gran modelo de la época clásica: el modelo bárbaro-continental (o pastoril), característico de las diversas tribus íberas, celtas o germánicas que convivieron de forma seminómada con el imperio latino.
El modelo clásico-mediterráneo ha dominado los comportamientos alimentarios de Europa Meridional hasta buena parte del siglo XX, y constituye la base de la afamada y respetada Dieta Mediterránea.
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Visión general
El modelo clásico-mediterráneo
Este modelo se fue extendiendo por los dominios del antiguo imperio greco-romano. Tenía su referencia en la ciudad y el campo cultivado de sus alrededores (el ager). Se basó económicamente en la agricultura del trigo y la cebada y la arboricultura de la vid y el olivo, complementadas con la horticultura y la ganadería ovina y caprina. A su lado, el campo no cultivado y virgen, formado por bosques y pantanos (el saltus), desempeñaba un papel marginal.
En resumen, la alimentación de estos pueblos era básicamente vegetariana, enraizada en la denominada trilogía mediterránea: trigo, vid y olivo.
El modelo económico alimentario continental o silvo-pastoril
El modelo clásico-mediterráneo convivió en el tiempo con el bárbaro-continental o silvo-pastoril de los pueblos germánicos y bárbaros del norte. Este se caracterizaba por el uso de los espacios naturales sin cultivar (el saltus). Descansaba en la caza, la pesca, recolección de frutos silvestres y la ganadería forestal porcina, equina y vacuna. Sus seguidores hicieron poco uso de la agricultura, que limitaron al cultivo de hortalizas alrededor de poblados y campamentos.
El uso de los cereales por los pueblos no mediterráneos estaba orientado básicamente a la producción de cerveza. El vino se consumió solo en las zonas limítrofes con los asentamientos romanos, aunque adquiriendo mayor relevancia con el tiempo. Desconocían prácticamente el aceite, usando como grasas la manteca y el tocino. En resumen, su dieta era marcadamente carnívora, en torno al cerdo, y completada con las hortalizas y la leche. Consumían los cereales escasamente, haciéndolo en forma de gachas de avena y panes de cebada.
En conclusión, la cultura culinaria greco-latina defendía el equilibrio y el mundo vegetal producto de la agricultura. La germánica, en cambio, hacía lo propio con el exceso y el mundo de la caza producto del bosque. No obstante las grandes diferencias, casi antagónicas, en el siglo II d.C. se inició una confluencia entre ambas culturas.
2. Grecia
La alimentación de los primeros pobladores de Grecia
Los hallazgos arqueológicos más antiguos hallados en Grecia están datados entre los años 50.000 y 30.000 a.C. Incluyen restos de huesos de osos, ciervos, bueyes, liebres y cerdos salvajes, que parecen haber sido cortados y hervidos. Hasta el 10.000 a.C. la población, cazadora-recolectora, se trasladaba continuamente entre extensiones de pastos ocupando los sitios de forma esporádica.
La evidencia más clara de la dieta de sus primeros pobladores se encontró en el yacimiento de la cueva Franchthi. Esta cueva está situada en la Argólida sureste, en la península del Peloponeso, frente a la localidad griega de Koilada. Habría sido ocupada continuadamente desde el Paleolítico (20.000 a.C.) hasta el Neolítico, y posteriormente fue abandonada, ya sobre el 3.000 a.C.
El período Paleolítico-Mesolítico 20.000 a. C. – 8.000 a. C.)
La gran cantidad de restos simultáneos hallados en la cueva, datados sobre el 11.000 a.C., incluyen un gran número de conchas de caracolas que parecerían constituir la mayor parte de su dieta. También aparecen restos de espinas de pescado, especialmente atún, lo que indica que algunas poblaciones de cazadores-recolectores habrían empezado a explotar los ricos recursos marinos.
Fueron encontrados además huesos de animales con signos de haber sido partidos para extraer la médula y con marcas de quemaduras, lo que indicaría que estos habrían sido asados. También se hallaron restos de almendras silvestres, que necesitan ser asadas para ser comestibles, lentisco (un pariente del pistacho), lentejas y algarrobas. Se acompañaban de restos de avena y cebada silvestres, datados en el 10.500 a.C., aplastados o rotos, probablemente para elaborar masa y hornearla.
El período Neolítico (8.000 a. C – 3.000 a. C.)
En la cueva aparecen restos de guisantes y peras silvestres, datados en el 7.300 a.C.. También existen evidencias de que sobre el 6.000 a.C. las comunidades se asentaron y adoptaron la agricultura. Cultivaban legumbres como judías y guisantes, y cereales como cebada, mijo y trigo duro (Triticum turgidum). No obstante, también se encontraron restos de dos especies de trigo salvaje (trigo escanda y trigo emmer, denominado Triticum dicoccum). Mediante la domesticación de cabras, ovejas y ganado vacuno obtendrían queso, mantequilla y leche para su alimentación.
Como fuente de proteínas animales consumían pescado, marisco y pájaros silvestres, así como cerdo, ciervo, cabras montesas y liebres. Con la harina de cebada mezclada con agua elaboraban gachas, añadiéndoles menta o tomillo. Trigo, lentejas y guisantes podrían haber sido hervidos para elaborar potajes, o bien horneados para hacer pan o pasteles. A partir del 4.000 a. C. el garbanzo fue introducido desde Oriente Próximo, y posteriormente ocurrió lo propio con las habas.
Se recogían frutos silvestres y frutos secos, empezando a cultivarse algunos frutos como los higos. Al uso de la miel como edulcorante se incorporaron más tarde el jarabe de dátiles y los higos secos. Las verduras serían recolectadas en su forma silvestre: conocemos el uso de mostaza, malva, alazán, y algunas plantas solanáceas.
Se usaba el cilantro por sus semillas, que pueden ser utilizadas como especia. También consumían sus hojas como hierba. Otras hierbas identificadas en la región incluyen el poleo, la menta y el cártamo, usado como substitutivo del azafrán.
Las civilizaciones precursoras de la Antigua Grecia: Micenas y Minos (1.600 a. C. – 950 a. C.)
La civilización Micénica

La civilización Micénica marca, el primer período histórico de Grecia, datado entre alrededor de 1.600 y 1.100 a.C. cuando Micenas fue completamente destruida.
Los emplazamientos micénicos fueron saqueados, atacados y quemados en una serie inacabable de guerras. Las ciudadelas de Micenas, Pilos y Tebas fueron destruidas en 1.150 a.C., probablemente por una invasión Dórica desde el norte. Desde entonces hasta el 950 a.C. existió una recuperación muy lenta, retornando gradualmente a un estilo de vida más civilizado, visible en el desarrollo de cerámica con motivos geométricos, y en un sistema de escritura que mezclaba Griego y Fenicio consonántico. Durante este tiempo Homero escribió la Ilíada y la Odisea, poemas basados en el gran pasado histórico Micénico. La cultura micénica tenía una clase aristocrática gobernante, artesanos especializados y un sistema administrativo complejo.
La civilización Minoica


Los Micénicos también conquistaron la civilización Minoica de Creta alrededor del 1.450 a. C. Los Minoicos vivían con una elegancia sofisticada en confortables palacios decorados con frescos soberbios que mostraban plantas y animales en su entorno natural. De ello da cuenta un rhyton (recipiente usado para beber o para efectuar la libación en ciertas ceremonias) de esteatita negra con forma de huevo de avestruz encontrado en la villa de Hagia Triada (sobre el 1.550 a. C.) . Este recipiente muestra detalles sobre una recogida de aceitunas acompañada con cantos y bebida. Las grandes vasijas de almacenamiento encontradas en el palacio de Knossos tienen una capacidad media de 181 litros y fueron usadas para almacenar grano, verduras desecadas, vino, aceite y miel.
La Micénica fue, sin embargo, una sociedad aristocrática, y en el siglo VII a. C. fue desafiada por el pueblo llano (el demos). El demos estaba formado principalmente por agricultores que habían fundado sus primeras comunidades agrícolas en el período Neolítico temprano. Estos agricultores sentaron las bases de la agricultura griega, cultivando cereales y leguminosas y usando sistemáticamente el olivo y la vid.
Posiblemente muchos agricultores hicieron crecer sus cultivos en campos alrededor de pequeñas aldeas y practicaron actividades ganaderas de pequeña escala.
La Antigua Grecia (1.200 a. C – 146 a. C.) y la colonización del Mediterráneo
Lo que conocemos como Antigua Grecia se corresponde con el período comprendido entre el 1.200 a.C., cuando se produce la invasión dórica, y el 146 a. C., cuando Grecia es conquistada por Roma en la Batalla de Corinto. No obstante, la fecha convencional considerada para el inicio de Grecia como país es el 776 a. C., fecha de los primeros Juegos Olímpicos e inicio de la denominada Era Arcaica.
Con Grecia surgen una serie de ciudades-estado soberanas en el Egeo, gobernadas por las élites sobre las clases bajas con códigos legislativos y ejércitos propios. Y lo hacían desde una serie de edificios concentrados alrededor de un punto fortificado. Las clases bajas o demos cultivaban zonas de tierra alrededor de ese centro.
La colonización del Mediterráneo por los Griegos: causas y consecuencias

Junto al surgimiento de las ciudades-estado se produjo la colonización de parte del Peloponeso. Fuera de esas zonas urbanizadas aún permanecían grupos tribales como Macedonios o Tesalianos. que, gracias a la amplia cantidad de territorio desocupado, permitían a los Griegos enviar fuera a colonos. Esta emigración era necesaria, pues en el siglo VIII a.C. la población de Grecia creció fuera de la capacidad de su limitada tierra arable. Este crecimiento fue exponencial, ya que entre el 800 y el 400 a.C. la población creció desde 800.000 habitantes hasta una cifra estimada entre 10 y 13 millones de individuos. Sobre el 750 a.C. los Griegos iniciaron un período de expansión de 250 años, colonizando el territorio en todas las direcciones. Chalkis, Eretria, Corinto y Megara enviaron grupos humanos a establecer colonias por todas partes.
Los conflictos internos en las polis
Pero en el origen del proceso colonizador, y junto a la sobrepoblación, se encuentran también los conflictos internos dentro de las polis. Aunque estos conflictos se producían en ocasiones entre la aristocracia y el demos, lo hacían con más frecuencia entre grupos aristocráticos por las luchas de poder, o por una posición en el interior del grupo dirigente. En esos conflictos de extrema gravedad el grupo que acababa en minoría era desterrado para evitar la guerra civil. Por tanto, una colonia no se fundaba a título privado (salvo excepciones). Al contrario, resultaba de una decisión tomada por la ciudad.
Necesidad de expansión comercial
Otro argumento para apoyar que la fundación de colonias se habría producido en raras ocasiones por razones de expansión comercial lo constituye el hecho de que, una vez fundada la colonia, el volumen de intercambios que acababan desarrollándose entre esta y la metrópoli era a menudo insuficiente para hacer vivir a la población del nuevo asentamiento.
La partida de los colonos constituía un desgarro social, pues cuando estos abandonaban la ciudad perdían el derecho a regresar. La metrópolis no les aportaba ninguna asistencia. El cuerpo cívico sufría una verdadera amputación cuando entre una décima y una cuarta parte de la población partía, sin esperanza de regresar.
Procedimiento para fundar una colonia

Para la fundación de una colonia, se presentaba primeramente un proyecto a la asamblea. En caso de acuerdo el consejo aristocrático tomaba a su cargo la elección de las modalidades y las medidas concretas para designar quien va a partir. Se designaba entonces por la aristocracia un jefe de la expedición, llamado oikistes. Como la decisión sobre dónde establecer una nueva colonia era una decisión arriesgada, y en el marco del pensamiento mítico Griego se otorgaba una parte importante a los dioses, se acostumbraba a consultar el oráculo de Apolo de Delfos. Este daba una orientación geográfica general y ofrecía su consejo sobre el proyecto elaborado por la ciudad. El oikistes elegía nombre y lugar del nuevo establecimiento y, habiendo llegado establecía la colonia dotándola de un sistema defensivo.
Las colonias griegas creadas en el Mediterráneo oriental
Hacia el este se desarrollaron colonias en la costa egea de Asia Menor, seguidas de Chipre y las costas de Tracia, el Mar de Mármara y la costa del sur del Mar Negro, con la fundación de Byzantion (actual Estambul). La colonización griega llegó tan lejos que alcanzó, al noreste, zonas de Ucrania y Rusia (Taganrog).
Por lo que respecta al sur del Mediterráneo los Griegos establecieron colonias en Egipto y Libia. En Egipto fundaron la colonia de Náucratis en el delta del Nilo, a 72 km. al sudeste de Alejandría. En Libia establecieron cinco colonias. La más importante, Cirene, fundada por los griegos de Tera, actual Santorini, dio nombre a toda una región: la Cirenaica.
Las colonias griegas creadas en el Mediterráneo central

Al oeste colonizaron las costas de Iliria, Sicilia e Italia meridional, principalmente en la región del golfo de Tarento y la llanura de Síbari, seguida de la actual Calabria, y llegando hasta el sur de Nápoles, donde los griegos de Eubea fundaron a principios de siglo VIII a. C. Pitecusas, en la isla de Isquia.
Más tarde en ese mismo siglo los colonos, huyendo de importantes fenómenos geológicos, abandonaron la isla y fundaron uno de los asentamientos más numerosos, el de Kumai -Cumai- ligeramente al norte de otro asentamiento fundado un siglo más tarde: el de Parténope, llamado por los Griegos posteriormente, desde el siglo V a.C., Neápolis, en lo que es la actual Nápoles.
También se fundaron importantes colonias en la isla de Sicilia, las más importantes de las cuales fueron Siracusa, Selinunte, y Acragante (actual Agrigento). Todo este territorio meridional de la península itálica y Sicilia acabó denominándose la Magna Grecia.
Las colonias griegas creadas en el Mediterráneo occidental

En el Mediterráneo occidental fueron fundadas colonias griegas en Cerdeña y en Córcega. En el continente se fundó Masalia (emplazamiento de la actual Marsella) en el 600 a.C. como establecimiento comercial o emporion, según cuentan las crónicas de Tucídides, por parte de griegos de Focea, en la península de Anatolia. Desde Masalia habrían remontado el Ródano hacia el nacimiento del Danubio, donde comerciaron con tribus celtas. Posteriormente, los masaliotas fundaron otros asentamientos en la costa de la península Ibérica como Emporion (actual Empúries, en la costa de Gerona) y Hemeroscopio, en algún punto de la costa entre la desembocadura del río Júcar y la actual Cartagena. Hemeroscopio se suele identificar con la actual Dènia (provincia de Alicante), aunque no existan restos arqueológicos concluyentes.
Todas esas colonias jugaron un papel fundamental en la difusión de la cultura griega en Europa. Contribuyeron además a establecer redes comerciales de larga distancia entre las ciudades-estado griegas, estimulando así la economía en la Antigua Grecia.

Prosperidad y florecimiento cultural de la Grecia Clásica
Durante el período conocido como la Grecia clásica, el conjunto de todos esos estados y las colonias que fundaron alcanzó elevados niveles de prosperidad y un florecimiento cultural sin precedentes. Este florecimiento se mostró con más evidencia en la arquitectura, el teatro, la ciencia, las matemáticas y la filosofía. En el 508 a.C. Clístenes introdujo en Atenas el primer sistema democrático del mundo.
Los colonos llevaron con ellos el arte de la vid y del olivo, así como el cultivo extensivo de cereales. Únicamente Atenas parece no haber enviado a colonos fuera, posiblemente porque tenía suficiente tierra para satisfacer a su población. Esparta solucionó su problema anexionándose a sus vecinos, especialmente Mesenia, una de las regiones más fértiles de Grecia, y convirtiendo a sus habitantes en esclavos o parias. Se sirvieron de esos pueblos para producir el alimento necesario para continuar con su poder militar.
Contribución de Grecia a la extensión de la cultura del vino y del aceite en el Mediterráneo a través de las colonias
Aunque suela identificarse el inicio de la civilización del vino con la Grecia antigua, hay que precisar que la leyenda atribuye a los Fenicios la introducción de la vid y la cultura del vino (es decir, su uso social y ritual) en el mundo helénico. El vino llegaría allí a través de las culturas micénica y minoica, transportado desde Egipto por el comercio fenicio, un pueblo que en esa época dominaba el Mar Egeo. El vino habría sido llevado también por los fenicios hasta el Mediterráneo Occidental llegando hasta la Península Ibérica. Previamente, Fenicios y Egipcios adoptan la viticultura de manos de los pueblos mesopotámicos.
Exportación de la cultura del vino por los Griegos
Grecia empieza a elaborar vino en el tercer milenio a.C.. La viticultura pasa desde Creta a Naxos, Quío, Lesbos, los centenares de islas griegas y Asia Menor. Aunque el período de máximo esplendor se produce entre los siglos VIII-VI a.C., coincidiendo con el establecimiento de la Magna Grecia. Los agricultores griegos incorporan los conocimientos vinícolas egipcios. Estos les permitieron mejorar el sistema de poda, seleccionar variedades de uva, introducir el abonado. También avanzaron en el tratamiento del vino y de los envases para transportarlo. Gracias a ello crearon el famoso vino de retzina que ha llegado hasta nosotros.
Las colonias griegas actuaban como centros de difusión de la cultura del vino, que incluye su cultivo, conocimiento y consumo. Como Focea, en Asia Menor, cuyos habitantes fundaron Massilia y Emporion, focos importantes para su expansión por la Galia y la Península Ibérica.
De la presencia del vino en la cultura griega dan testimonio autores clásicos tan importantes como Homero. Este lo cita repetidamente en la Ilíada y en la Odisea. Hesíodo habla del vino en su obra Los trabajos y los días, y Demócrito o Teofrasto también disertan sobre él. Se han llegado a contar hasta 136 clases de vino citadas por los autores griegos; los de Lemnos, Lesbos, Quíos o Samos son algunos de los más famosos. Los actuales moscateles y malvasías tienen un origen probablemente griego. El vino grech (griego) es citado por Fray Francesc Eiximenis en 1384 como sinónimo de vino dulce y vino bueno.
3. Roma
La civilización Romana abarca un amplio período cronológico de 1.500 años. Este período se inicia en el siglo VIII a.C. (según la tradición en 753 a.C.) en una pequeña comunidad agrícola fundada en la península italiana, comunidad que dio lugar a la ciudad de Roma. Y se extiende hasta el siglo V d.C. (año 1453 de nuestra era) con la caída de Constantinopla, capital entonces del Imperio Romano de Oriente, a manos del Imperio Turco Otomano.
Roma pasó por tres grandes períodos: monarquía (753 a.C. a 509 a.C.), república oligárquica (509 a.C. a 27 a.C.) e imperio (27 a.C. a 1.453 d.C.).
Monarquía Romana (753 a.C. a 509 a.C.)
Durante esta época, iniciada con la fundación de Roma, reinaron dos dinastías (4 reyes Latinos y 3 Etruscos. Se conserva evidencia escrita sobre este período a partir de dos obras más tardías del siglo I a. C.: la Eneida de Virgilio, epopeya glorificadora y mitificadora del Imperio por encargo del emperador Augusto; y Ab Urbe Condita, de Tito Livio, que narra la historia de Roma desde su fundación.
La sociedad romana de este período era principalmente campesina. El ganado (pecus) era utilizado como signo de riqueza y como medio de cambio, de lo que derivó la palabra pecunia, que significa dinero. La existencia de salinas en la desembocadura del Tíber y de minas de oro y de plata permitió a los romanos iniciar una actividad comercial importante ya desde sus comienzos. Las actividades artesanas (carpinteros, herreros) y de abastecimiento cotidiano (carniceros, panaderos, tenderos) caracterizaron la vida económica de la ciudad.
La alimentación de la época estaba basada en el consumo de alimentos básicos, como cereales, legumbres, hortalizas, leche o huevos.
República y expansión (509 a.C. – 27 a.C.)
Este segundo periodo de la historia romana está comprendido entre 509 a.C., con la expulsión por el pueblo de Tarquino el Soberbio, y el año 27 a.C. con la auto-coronación de Octavio como emperador con el nombre de Augusto. Gracias a su política expansionista y la disponibilidad de un poderoso ejército, disciplinado y muy bien organizado, Roma se convertirá en la primera potencia del Mundo Antiguo. Creará así numerosas colonias en Europa, Asia y África y fortalecerá sus instituciones políticas y la difusión de la cultura helénica.
Pero junto a todos esos logros positivos, en el curso de este período surgieron problemas sociales profundos. Fueron características las luchas entre patricios y plebeyos y las disputas por el poder entre caudillos.
La alimentación del pueblo en esta época, aunque sana, frugal y monótona, seguía basada en el consumo de trigo, en forma de harina y pan. La dieta de los romanos, muy austera, no superaba las 3.000 calorías diarias. Estaba basada en el consumo de cereales en forma de gachas (puls).
El trigo como problema e instrumento de control político
Durante más de 300 años, cuando los recursos escaseaban, el alimento básico fue el puls (gachas de harina de trigo). Este derivó, en tiempos de mayor abundancia, hacia el puls iuliano, que contenía además ostras hervidas, sesos y vino especiado.
Existían frecuentes crisis de desabastecimiento, carestía y hambre por las malas cosechas y constantes guerras civiles. En una población esencialmente urbana concentrada básicamente en la Ciudad de Roma (de 180.000 habitantes en 270 a.C. a más de 1 millón en época de Augusto), el hambre era habitual y los disturbios y revueltas, frecuentes.
Como consecuencia el trigo derivó en instrumento político del poder. Para mitigar las grandes revueltas de clase se hicieron repartos subvencionados esporádicos al pueblo llano. Pero a partir de Cayo Graco en 123 a.C. acabarían institucionalizándose como medida populista, aun con la oposición de la clase senatorial conservadora.
Ya en tiempos de Julio César (49-44 a.C.), 230.000 romanos se beneficiaban de los repartos de trigo (annona). Esta fue una importante ayuda para la subsistencia diaria y, junto con el circo, para mantener el orden social. Sin “annona” y sin “circo” las cosas hubieran sido muy diferentes (panem et circenses).
El suministro de trigo se convierte así en centro de la política romana. Hasta tal punto que, tras los grandes disturbios del 57 a.C., a iniciativa de un tribuno de la plebe y por recomendación del Senado, Pompeyo recibe el encargo de avituallar Roma (cura anonnae) durante 5 años con un presupuesto de 40 millones de sestercios.
Imperio (27 a.C. – 476 d.C.)
Durante esta etapa (entre Octavio Augusto y Rómulo Augústulo-), Roma fue gobernada por emperadores. Estos implantaron el gobierno absoluto, concentrando en su persona todos los poderes: político, administrativo, religioso y militar.
El Imperio abarcó desde el sur y oeste de Europa, hasta el oeste de Asia y norte de África. Incluyó dentro de sus límites Britania, la Galia, Hispania, Helvecia (Suiza), los países al sur del río Danubio, Italia, Grecia, Turquía, Asia Menor y el norte de África.
Durante este período la extensión del latifundio arruinó la agricultura, provocando un éxodo de campesinos sin tierras hacia Roma. Por este motivo se empezó a importar trigo masivamente.
La preocupación por el suministro de trigo a la plebe derivó, bajo dominio de Augusto en 14 a.C., en la creación de la “praefectura annonae”. Esta era un edificio administrativo con servicio centralizado encargado de importar grano y otros productos para abastecer la capital.
Se importaban productos mediante el expolio de recursos de las provincias, fundamentalmente Sicilia, Cerdeña y norte de África, especialmente Egipto. Egipto proporcionaba al Imperio entre 100.000 y 150.000 toneladas de trigo anuales. Se llegó a establecer una ración individual de 5 modios (36,6 litros/mes, los necesarios para hacer un pan de kilo diario).
En época de Augusto se llegó a repartir trigo a 320.000 cabezas de familia. Se verían beneficiadas de ello más de 600.000 personas. Y se consumirían unas 80.000 toneladas de trigo a expensas del Estado. La ciudad necesitaba unas 200.000 toneladas para una alimentación suficiente.
La minería hispana para Roma
La minería floreció a costa de las provincias ricas en minerales y la gran disponibilidad de esclavos en los mercados. Diversos autores de la época (Estrabón, Plinio Floro o Trogo Pompeyo) coinciden en calificar Hispania como el distrito minero más rico del Imperio en toda clase de metales (oro, plata, hierro, cobre, plomo o cinabrio). También afirmaban que su explotación fue intensa.
La importancia de Hispania como fuente de recursos para Roma
Hispania también sufrió una gran explotación y exportación agrícola, aunque muy desigual, con zonas muy ricas y otras auténticamente pobres. La única región auténticamente fértil era la Bética, principalmente la cuenca del Guadalquivir. Estrabón cree que esta zona admitía la comparación, «tanto en bienes terrestres, como marítimos, con las regiones más ricas de la oikumene«.
Consecuentemente, se intensificó el comercio de productos descargados en los puertos de Ostia y Pozzoli. Se importaban metales de Hispania, ámbar, perfumes, especias, sedas y piedras preciosas del Extremo Oriente, etc.
La alimentación durante el Imperio se diversificó incorporando diversos manjares exóticos y consumo acrecentado de carnes por la clase patricia.
Podemos mencionar a este respecto algunos platos habituales entre los patricios de la época, como la ensalada de Columela, huevos pasados por agua en salsa de piñones, o lentejas con cilantro. También apreciaban el jabalí asado, el ragú de ostras, el atún asado, la escalopa de ternera frita con uvas, o la tarta de nueces. Es interesante la visión sintética que sobre el tema nos ofrece este enlace .
Decadencia y división del Imperio Romano (476-1453 d.C.)
El Imperio Romano empezó su decadencia en el siglo III d.C. con una larga y penosa agonía. Sus emperadores no supieron controlar la crisis interna ni detener las invasiones de los bárbaros. Tras una serie de emperadores en Roma, asumió el poder Rómulo Augústulo, un niño de diez años. De esta situación se aprovechó Odoacro, jefe bárbaro de los Hérulos. Lo hizo invadiendo Italia el 476 d.C. a la cabeza de su tropa y deponiendo al emperador.
El Imperio Romano de Occidente llegaba a su fin. Solo continuó vigente el Imperio Romano de Oriente, con capital en Constantinopla, que caería diez siglos después, en 1453, bajo el Imperio Turco Otomano.
La comida de los antiguos romanos
Como magistralmente apuntan Capatti y Montanari en su obra «La cocina italiana. Historia de una cultura»,
«No se puede decir, sin duda, que los escritores latinos (Catón, Columela, Plinio, Varrón, Marcial, Horacio, Persio …) sean escuetos en sus comentarios sobre productos y especialidades gastronómicas de localidades que hoy definiríamos como «italianas»
» …. «Pero la geografía mental de esas referencias no es Italia: otros son los lugares, otros los mitos a los que hacen referencia la cultura gastronómica y la ideología alimentaria de la antigua Roma: el sueño arcádico de la autarquía familiar (la huertecita que asegura alimentos frescos y frugales) y el de Roma caput mundi, mercado universal donde se concentran todas las huertecitas, donde se puede encontrar, comprar y comer todo recurso natural o inventado por el hombre. La primera imagen significa adhesión a una gastronomía «local» -abierta sólo a los alrededores, a los vecinos territorios «itálicos»-, en la que Roma encuentra las raíces de su propia historia; la segunda, contrapuesta y reflejo de la otra, equivale a una economía-mundo que, en su mayor parte, coincide con el ámbito mediterráneo, centro indiscutible del mundo conocido«.
Capatti A, Montanari M. La cocina italiana. Historia de una cultura. Alba Editorial, s.l.u., Barcelona (1ª edición en español), 2006 (pp. 25-26).
Mucha de la información sobre la alimentación romana que ha llegado hasta nosotros viene compendiada en las obras de Columela (Los Doce Libros de Agricultura) y Marco Gavio Apicio (De Re Coquinaria). Disponemos, pues, de una visión detallada de numerosos platos consumidos en los comedores de los romanos, especialmente de las clases pudientes.
Fuentes:
- http://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/monarquia-romana/
- http://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/republica-romana/
- http://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/imperio-romano/
- http://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/decadencia-division-imperio-romano/
- https://paleorama.wordpress.com/2012/03/14/la-comida-en-la-roma-antigua-que-comian-los-antiguos-romanos/http://es.antiquitatem.com/annona-panem-circenses-apicio-satiricon
- Arquehistoria.com. La cocina romana.
- Romanorum vita. Los sabores de Roma.
- BLÁZQUEZ, José María. Exportación e importación en Hispania a final de la República romana y durante el gobierno de Augusto y sus consecuencias. Cervantes Virtual
- http://www.laalcazaba.org/cocina-y-gastronomia-romana-por-jose-manuel-mojica-legarre-escritor-amo-y-senor-de-los-fogones/
- http://www.romanorumvita.com/?p=4907&lang=es
- FAAS, Patrick. Around the Roman table. Food and feasting in ancient Rome. The University of Chicago Press Books, 2003.
- CAPATTI, Alberto; MONTANARI, Massimo. La cocina italiana. Historia de una cultura (pp. 25-26). Alba Editorial, s.l.u., Barcelona (1ª edición en español), 2006. ISBN: 84-8428-299-6.