La mediterraneidad o condición de lo mediterráneo es algo más que un concepto concreto. Els saberse mediterráne@ es una idea presente en el imaginario individual con tantos significados como personas. Para much@s, mencionarles el término les hará evocar una forma de civilización, cultura o arte concretos. Para otr@s lo que les vendrá a la mente será una modalidad más o menos difusa de alimentación. Pero en el centro de todo tenemos un elemento geofísico al que nadie escapa: el Mar Mediterráneo. Desarrollaremos brevemente estos elementos.
La mediterraneidad, focalizada en el mar que nos baña
El término ‘mediterráneo’ procede etimológicamente del adjetivo latino mediterraneus (en el centro de, interior a las tierras). Fue empleado profusamente por autores clásicos latinos, como Cicerón, César, Tito Livio, Plinio, Quintiliano, etc. para referirse a nuestro mar. También nombrado este como Mare Nostrum por griegos y romanos, y quizás por otros pueblos ribereños. Este último apelativo estaría relacionado con el concepto de mar conocido y familiar, frente a los océanos exteriores. Posteriormente aparece en escritos de San Isidoro de Sevilla, que lo denomina por su nombre propio, Mediterraneum mare.
Efectivamente, como expresa etimológicamente su nombre, el Mediterráneo es un mar central, completamente rodeado de tierras, sólo comunicado con el océano por el estrecho de Gibraltar. Es uno de los mares del Océano Atlántico y está rodeado por la región mediterránea. Región esta comprendida entre Europa meridional, Asia occidental y África septentrional.
Tiene una extensión de 2,5 millones de km2, 3.860 km. de longitud y 46.000 km. de costa, el 40% perteneciente a islas. La profundidad media es de 1.500 m. y la máxima, de 5.121 en Matapan, en la zona griega del Peloponeso.
Es el segundo mar interior más grande del mundo después del Caribe. Sus aguas bañan las tres penínsulas del sur de Europa (Ibérica, Itálica y Balcánica) y una de Asia (Anatolia). En el extremo más oriental baña las costas de Oriente Próximo y por el sur las costas del norte de África, desde Egipto hasta Marruecos. Comunican con el Océano Atlántico a través del estrecho de Gibraltar, por el Mar Negro por los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos y con el Mar Rojo por el canal de Suez. Se le suele descomponer en hasta dieciséis mares regionales o locales.
Las civilizaciones y la cultura mediterráneas
En la cuenca mediterránea se desarrollaron a través de los siglos diversas civilizaciones: la grecorromana, la judeocristiana y la islámica. Civilizaciones que habrían cristalizado en una cultura mediterránea, de rasgos comunes que amortiguan diferencias políticas y religiosas de gran calado.

A menudo se citan tres rasgos comunes de dicha civilización. Uno de ellos es la herencia cultural de la Antigüedad clásica. El segundo es el enfrentamiento secular entre las diferentes civilizaciones que han poblado las riberas del Mare Nostrum. Y en tercer lugar se apela a los usos y costumbres de la vida cotidiana que caracterizan a sus gentes. Paradigmáticas de estos son su animada vida callejera y espíritu lúdico y festivo, favorecidos por la benignidad del clima mediterráneo. También se enfrenta a múltiples tópicos y estereotipos, como una cierta forma simultáneamente vitalista y fatalista de entender la vida.
En ocasiones también se invoca un estilo o un arte mediterráneo. Son denominaciones ambiguas referidas a estilos artísticos muy distintos asociados a “lo mediterráneo”. Estilos a menudo identificados estéticamente con el arte clásico, perteneciente a la cultura grecolatina.
La mediterraneidad: otros significados
Aplicando estrictamente la definición etimológica, el término de mediterraneidad se suele utilizar como la condición de lo que está en medio de tierras. Como sucede con el Mar Mediterráneo, así también ocurre en estados sin litoral, como Bolivia o Paraguay.
Pero, ¿qué es la identidad alimentaria y culinaria, y cómo aplicarla a la mediterraneidad?
Entendemos la cocina como la forma de alimentarse y al tiempo como la forma de vivir las relaciones entre personas que comparten el mismo territorio. La resultante será una cocina que al mismo tiempo permanezca y que se innove, junto con las personas a las que representa. Vista así, la cocina cambia continuamente, se adapta a las nuevas condiciones, se reconoce y auto-identifica aunque sin encerrarse en las propias raíces, y no para nunca de enfrentarse con lo próximo. De esta forma, la cocina se convierte en una expresión dinámica de la identidad cultural de un pueblo en un territorio determinado.
Sobre la identidad de los pueblos
A decir de Massimo Montanari,
«las identidades -alimentarias y de cualquier otra naturaleza- no están inscritas en los genes de un pueblo o en la historia arcaica de sus orígenes, sino que se construyen históricamente, en la dinámica del diálogo entre hombres, experiencias, culturas diferentes.”
Por lo tanto la identidad no es algo anclado en el pasado. Antes bien, se va creando continuamente en el tiempo. La identidad no existe por si sola, sino que nace de generación en generación como consecuencia de los acontecimientos ocurridos a las personas. No tiene, la identidad, una forma precisa e inmutable: por el contrario se presenta como un proceso dinámico. La identidad, en fin, es la vida misma de una comunidad de personas.
No confundamos la identidad con las raíces
No obstante, no debemos confundir la identidad con las raíces. Mientras que la identidad somos nosotros, las raíces son nuestros orígenes, la historia de la que procedemos. Pero las raíces por si solas no dicen nada si no sabemos de dónde vienen y, sobre todo, si no nos damos cuenta de cuán profundas y complejas son. Y cuanto más ramificadas son «nuestras raíces», más descubrimos que de nuestro tienen bien poco. Las raíces están debajo de nosotros para recordarnos lo complicados y enroscados que son los hilos de los hechos históricos que nos han precedido y de los que no podemos prescindir.
Y Massimo Montanari nos lo vuelve a recordar:
«La búsqueda de las raíces propias acaba siempre por ser el descubrimiento del otro que está en nosotros. Otro que, a través de complicados procesos de ósmosis y adaptación, ha contribuido de varias formas a convertirnos en aquello que somos. Justamente por esto hablamos de identidades culturales que se construyen en el tiempo, a través de la confrontación y el cambio.»
La dieta mediterránea y sus iconos
Considerada mundialmente como paradigma de una dieta equilibrada y sana, la alimentación mediterránea se caracterizaría por una composición basada en una gran variedad de alimentos, y por ser rica en legumbres, frutas y verduras, y pescado. Los productos agrícolas considerados iconos de la alimentación mediterránea son el olivo, la vid y el trigo. Y sus correspondientes alimentos icónicos, el aceite de oliva, el vino y el pan.
El estilo de vida mediterráneo
El buen clima de la región Mediterránea, con muchos días de insolación y buenas temperaturas favorece que su población disfrute especialmente de su tiempo de ocio al aire libre, y que gran parte de su vida social se desarrolle fuera del hogar.
Ser mediterráneo es un rasgo de identidad que se transporta, no una virtud ni un defecto en si mismo
La mediterraneidad en la alimentación y en la cocina, como en otros aspectos de la vida, más allá de la mitificación en la que se la ha instalado, es un rasgo que se lleva incorporado, transmitida para lo bueno y para lo malo por nuestros ancestros y progenitores. Como dijera Pierre Bourdieu:
«es sin duda en los hábitos alimenticios donde se encontrará la marca más fuerte e inalterable de los aprendizajes primitivos, los que más tiempo sobreviven al alejamiento o derrumbamiento de un mundo natal y cuya nostalgia se mantiene de forma más duradera: el mundo natal es, ante todo, el mundo maternal, el mundo de los gustos primordiales y los alimentos originarios»
(P. Bourdieu, 1988).
Así, la mediterraneidad ha sido inoculada a otras cocinas del mundo, sea en América, Asia o el Pacífico. Buen exponente de ello son tantísmos hermanos nuestros emigrantes que, por vocación o por obligación, desde tiempos remotos y hasta hoy están exportando, aun involuntariamente, esa bandera a todos los confines del mundo, y contaminando sus cocinas. Para gentes incrédulas, sería bueno repasar por ejemplo la impronta mediterránea en Australia. Allí, según el censo de 2006, antes de la última crisis económica y el gran flujo migratorio subsiguiente, 1.700.648 de los 20.298.870 de habitantes, (el 8%) eran originarios de los países europeos ribereños del Mediterráneo.
Algunas referencias
- Wikipedia: artículos sobre Mediterraneidad, Mar Mediterráneo, Cuenca mediterránea, Arte mediterráneo
- TRAINA, A. 1963. “Ad propositas quaestiones responsa. Mare nostrum”. Latinitas 11: 126-9.
- BOURDIEU, Pierre: La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Taurus, Madrid, 1988, pág. 77.
- Inmigración europea en Australia
- http://laotramitaddelmundo.blogspot.com.es/2009/06/el-quinto-pais-mediterraneo.html
- http://jusdolive.fr/
- El mediterraneísmo, un movimiento cultural o una postura política o intelectual.