El siglo XVIII vio nacer en Francia, entre 1715 y 1750, la llamada nueva cocina burguesa. Esta es expresión de una cultura gastronómica asociada a la nueva clase social emergente, la burguesía. No se trata, en consecuencia, de un cambio que en inicio afectase a toda la población. Quedan excluidas las clases populares, para las que la cocina continuaba siendo de subsistencia. Lo que sí significa es una cierta democratización de la cocina aristocrática, en línea con los postulados de la Revolución Francesa. Este movimiento irreversible se extendió durante todo el siglo XIX y buena parte del XX.