Guerra al colonialismo gastronómico: SLOW FOOD COMO INSTRUMENTO DE LUCHA CONTRA EL FENÓMENO DEL FAST FOOD

El problema de fondo: la ‘americanización’ del mundo surgida de la II Guerra Mundial

Tras la II Guerra Mundial, en Europa fue imponiéndose la moda del American way of life, y un cierto colonialismo cultural. Especialmente en Italia, por donde entraron, desde Sicilia y con poca resistencia, los Norteamericanos. Según las malas lenguas, previo pacto con la Mafia que le facilitaría a esta crecer en Italia con cierta impunidad.

Este colonialismo se va extendiendo también el aspecto comercial y gastronómico. En los años 70-80, van desembarcando las grandes cadenas de restauración de comida rápida o fast food. Estas aplican un modelo de servicios homogéneo en todos sus establecimientos, con productos de sabor y factura norteamericanos. 

La exportación del sistema de comida rápida y expansión de las las grandes cadenas: el desencadenante del conflicto

El hito de la reacción a la política expansiva global de la cadena de comida rápida McDonald’s  se produce el 20 de marzo de 1986. Ese día, la cadena abre un gigantesco restaurante en la céntrica Plaza de España de Roma. Con 1.200 m2 y 450 puestos, a día de hoy el centro más grande de la cadena en el mundo.

Esta iniciativa genera un fuerte movimiento de rechazo de intelectuales, polític@s, historiador@s del arte, arquitect@s y urbanistas del momento. Tod@s ell@s, molest@s por el impacto visual y olfativo que este establecimiento genera en el centro histórico de Roma. Pero ese rechazo no se limita al terreno de los sentidos, sino que toma más virulencia en el de los símbolos. La cadena representaría el paradigma del fast-food o comida rápida. Esto es, velocidad en el comer, homogeneización de los alimentos y la comida, automatización del gusto, modernización por encima de todo. La americanización, en fín, de los estilos de vida en el planeta.

El movimiento de defensa gastronómica anticolonial se organiza: nace Slow Food

Esta rebelión ‘social’ consigue que McDonald’s elimine la agresión visual de su M gigante en un entorno histórico del siglo XVII. También logra que reduzca los olores en el entorno. Pero, más allá de ello, cristaliza en el nacimiento del movimiento Slow Food. Esta fuerte reacción se explica por la fuerza que en Italia tienen las tradiciones seculares, la refinada gastronomía regional, el gusto por la buena mesa y la elevada socialización del acto de comer.

El caracol como símbolo de la alimentación y la vida lentas
El caracol, símbolo de Slow Food

El movimiento, liderado por el sociólogo italiano Carlo Petrini, desarrolla un claro programa de acción. Al año siguiente se publica en «Il Gambero Roso» (suplemento gastronómico del diario Il Manifesto) el «Manifiesto de Slow Food» original. Esta proclama, que publicamos a continuación, con algunas diferencias es posible leerla en el sitio oficial de Slow Food. Multitud de activistas de muchos países del mundo hacen suyo el texto de dicho manifiesto, reunidos en la Ópera Cómica de París, fundando Slow Food International, a fines de 1989 y en los mismos días de la caída del Muro de Berlín. El movimiento crea una marca potente con el caracol como símbolo de la vida lenta.

Manifiesto de Slow Food:

«1. Este siglo ha nacido, sobre el fundamento de una falsa interpretación de la civilización industrial, bajo el signo del dinamismo y de la aceleración: miméticamente, el hombre inventa la máquina que debe liberarlo de la fatiga, pero al mismo tiempo adopta y eleva la máquina a modelo ideal y comportamiento de vida. Se deriva así una suerte de autofagia, que reduce al homo sapiens a una especie en vías de extinción, en una monstruosa ingestión e indigestión de sí mismo.

2. Sucede así que, al inicio del siglo y al final, se recitaron y gritaron manifiestos escritos en estilo sintético, «veloz», bajo la bandera de la velocidad como ideología dominante. La fast life como cualidad propuesta extendida a todas las formas y actitudes, sistemáticamente, constituye casi una apuesta de reestructuración cultural y genética del animal–hombre. Un estilo adecuado al fenómeno, publicitario y emocional, de eslogan intimidatorio más que de consideraciones racionales y críticas. Al final del siglo las cosas no cambiaron mucho, de hecho, si la fast life se limita a alimentarse en la fast food.

3. Dos siglos abundantes después de Jenner, los sistemas de vacunación contra cada mal endémico y epidémico son impuestos como los únicos que dan garantías. ¿Por qué no secundar a la ciencia en su lección de método? Es necesario prevenir el virus del fast con todos sus efectos colaterales. Por eso, contra la vida dinámica proponemos la vida cómoda. Contra quienes, y son mayoría, confunden la eficiencia con el frenesí, proponemos la vacuna de una porción adecuada de placeres sensuales asegurados por una práctica de lento y prolongado disfrute. Desde hoy los fast food se evitan y se sustituyen por los slow food, disfrutados por los centros del placer. En otros términos, se devuelve el gusto a la mesa, el placer de la gula.

4. Esta es la tenue propuesta por una progresiva y progresista recuperación del hombre, como individuo y especie, en la espera de curación ambiental, para hacer de nuevo vivible la vida comenzando por los deseos elementales. Lo que significa también recuperar una masticación lenta, readquirir normas dietéticas salernitanas injustamente obsoletas, recobrar del tiempo su función óptima, la de organización del placer (y no de producción intensiva, como quieren los patrones de las máquinas y los ideólogos del fast). Por otra parte, los eficientistas de los ritmos veloces son por demás estúpidos y tristes: sólo basta mirarlos.

5. Si, barbarizados por el estilo de las comunicaciones dominantes, se reclaman los eslogans a toda costa, ciertamente no faltan: la mesa no envejece, por ejemplo, seguro, tranquilo, experimentado por siglos de sentido común. O: el slow–food es alegría, el fast–food es histeria. ¡ Sí, el slow food es alegre!

6. Por otra parte, sabemos desde hace milenios que el veloz Aquiles no alcanzará jamás a la tortuga, la que sale victoriosa de la carrera. Una bella lección que es no sólo matemática sino moral.

7. Estamos con la tortuga, por eso elegimos el más doméstico caracol como signo de nuestro proyecto. Además, bajo el signo del caracol reconoceremos a los acólitos de la cultura material y los que aún aman el placer del lento disfrute. El caracol slow.»

El movimiento Slow Food contraataca en todo el mundo

Así, el movimiento ha reaccionado a la apertura de millares de McDonald’s, Burger King, Kentucky Fried Chiken, o Pizza Hut.

Slow Food se ha convertido en estos 30 años de vida en un gran movimiento de ideas y de prácticas. Defiende unos ritmos lentos en la mesa y el retorno a los placeres del gusto al saborear los alimentos. Al mismo tiempo, promueve la recuperación de las materias primas propias de cada región.

Evidentemente, bajo esta lucha entre velocidad y lentitud en el comer, subyace un conflicto mucho más general y profundo. Un conflicto extendido a otras manifestaciones de la vida cotidiana individual y colectiva. El movimiento, así, abandera un modelo alternativo y lo enfrenta al de la globalización económica y cultural del mundo. Para ello ha creado una serie de instrumentos que se detallan a continuación.

  • Slow Food ha creado el «Arca del Gusto«, un censo de productos alimenticios locales amenazados de extinción.
  • En conexión con el Arca funcionan los «baluartes», proyectos sobre el territorio cuyo objetivo es sostener concretamente estos productos (a partir de 2000). Los baluartes se mantienen gracias a la creación de convivia locales por todo el planeta. Cada convivium consiste en un grupo local de productor@s y consumidor@s interesad@s) que siguen la filosofía Slow.
  • La organización de algunas de las más importantes ferias dedicadas a la alimentación. Destacan:»Il Salone del Gusto» en el Lingotto de Turín (en años pares), «Slowfish«, en Génova, y «Cheese«, en Bra (en años impares).
  • La creación de una Universidad de ciencias gastronómicas en Pollenzo (provincia de Cuneo) y Colorno (provincia de Parma), en colaboración con las regiones del Piamonte y Emilia-Romaña.

 

Qué relaciona a Slow Food y la dieta mediterránea

La relación se aprecia en la recensión del propio Carlo Petrini en la web de Slow Food sobre el libro «La Dieta Mediterránea. Mito e historia de un estilo de vida«, de la antropóloga Elisabetta Moro. En ella podemos ver hasta qué punto coinciden la filosofía y los valores del movimiento y un determinado concepto de dieta mediterránea. Concepto este alejado de la dieta como un conjunto de componentes nutricionales cuantificables y siguiendo unas reglas canónicamente establecidas. Así, Petrini se hace eco de lo que define la dieta mediterránea en el propio prefacio del libro, escrito a manos de Marino Niola. «Quantità moderata, qualità altissima. Ecco il segreto della dieta locale. Che non è solo un modo di mangiare. E men che meno una cura dimagrante. È soprattutto una filosofia. Poco stress, equilibrio ambientale, cibo sano, variato e senza eccessi».

Referencias consultadas

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